CAPÍTULO 4: VIVIR UN DIA A LA VEZ

Las misas de novenario se convirtieron en mi alimento para el alma, mi bálsamo, mi consuelo diario.  Tanto así que decidí hacerle a mi hija en lugar de 9 misas de novenario, 20 misas. Todos los días en las misas, oraba a Dios, a la virgen, a Jesús, por mi niña, para que estuviera en paz, oraba para que este dolor se alejara de mi y se convirtiera en mi fortaleza.  La compañía de mi familia y amigos en las misas y en mi casa, también me  ayudaron a  superar el dolor.
 
A la tercera o cuarta misa, Mónica se manifestó por primera vez. Un gran amigo de la familia, se acerca a contarnos que había soñado con mi hija la noche anterior.  Nos narra su sueño y nos dice que vio a Mónica vestida de blanco, se veía llena de luz con una sonrisa en sus labios, no estaba sola, estaba acompañada con alguien pero no se veía claramente con quién estaba. No dijo ni una palabra, al rato se dio la vuelta y se fue.  Este sueño, fue un mensaje para nosotros de parte de Mónica. Se despidió y a la vez nos dijo que estaba bien.  Esta manifestación de mi hija, me hizo sentir más tranquila y  confiaba que ella estaba bien.
 
Mis sentimientos de tristeza que subían y bajaban seguían alterando mis días, hasta que fui aprendiendo a entender cómo hacer para que las bajas se disminuyeran y las altas se mantuvieran. Todo lo que había aprendido sobre la ley de atracción,  los audio libros de autoayuda y los temas espirituales,  venían a la mente y me concentraba en encontrar algo positivo que me alejara de la tristeza.  Me sentía como cuando un niño está aprendiendo a caminar, que se levanta tambaleando, se cae, se vuelve a levantar y así poco a poco hasta que logra levantarse y mantenerse de pie sin caerse.
 
Comencé a ponerme metas diarias. En las mañanas cuando me levantaba, iniciaba mi día dándole gracias a Dios por el nuevo día y pidiendo paz y fortaleza.  Me decía a mí misma: “hoy será un nuevo día y con la ayuda de Dios todo va a salir bien”.  En el transcurso del día cada vez que sentía que mis ánimos se caían iniciaba el diálogo con Dios.  Este diálogo interno conmigo misma y con Dios, se fue desarrollando y fue creciendo cada día más.  Al final de cada día, repasaba cómo había sido mi día y le daba gracias a Dios por haber completado satisfactoriamente la meta diaria.
 
Adicional a la meta diaria, de vivir un día a la vez,  seguía ampliando mi aprendizaje, leyendo libros y poniendo en práctica lo aprendido.  Poco a poco fui adaptándome a la rutina de trabajo diario en casa: hacer algunos oficios, mandados en la calle, hacer supermercado, etc.  Los quehaceres  de la casa me ayudaban a mantener la mente ocupada la mayor parte del día, además, me apoyaban en el logro de la meta diaria. En muchas ocasiones cuando la tristeza se quería apoderar de mi, pensaba que no quería que mi vida se tornara gris. Le pedí a Dios que no permitiera que mi nueva vida sin mi hija se convirtiera en sufrimiento,  tristeza, dolor o peor aún: en una depresión. Al contrario, le daba gracias a Dios por el nuevo día, por mi familia, por mi salud, por mi trabajo, por mi casa, por todo lo que tenía a mí alrededor,  y en unos minutos la tristeza me abandonaba.
 
Después de las 9 misas, tomé la decisión de regresar a mi trabajo.  El primer día de trabajo fue muy difícil.  Mis compañeros se acercaban a darme el pésame, a darme muestras de apoyo y solidaridad con sus palabras de consuelo.  Recuerdo que lloré varias veces aquel día, pero me reponía rápidamente, porque me concentraba en mi trabajo y la mente ocupada no permitía que mis ánimos cayeran.  Poco a poco fui adaptándome a la rutina del trabajo nuevamente. El trabajo me ayudó muchísimo a salir de la tristeza y el día se pasaba más rápido. Me sentía productiva, útil, creativa, viva y compartir con mis compañeros de trabajo me hacía sentir más animada en el día. 
 
En las mañanas cuando iba camino al trabajo, me gustaba conversar con Mónica. Le decía cuanto la amaba, cuanto la extrañaba, le enviaba a donde sea que estuviera besos y abrazos imaginarios, hermosos arreglos florales, a veces flores primaverales, otras rosas blancas o rojas, para que adornara su casa todos los días.  Me imaginé que las flores las colocaba en su sala o en su recámara.  Así comenzó mi hermosa conexión con mi hija.  Un día, se me ocurrió, hacerle muchas preguntas. Mónica, ¿cómo estás? ¿Qué haces en el cielo? ¿Cómo te sientes? ¡Me encantaría saber de ti mi niña bella! Para mi sorpresa, esa misma noche, 4 personas soñaron con ella.  Entre ellos una amiga de Mónica que estudiaba en España y una prima.  Soñaron que  Mónica se les presentó en el sueño, hermosa y sonriente, y les decía: dile a mi mamá que yo estoy bien y que no quiero que esté triste. Esto fue increíble, esa misma noche Mónica estuvo en España y en Panamá en los sueños de estas bellas personas y me mandó la respuesta a una de mis preguntas.  Ese día me sentí en las nubes, demasiado feliz por haberme comunicado con mi hija.  Gracias Dios mío, por tantas bendiciones.
 
En mi casa nuestro tema favorito es Mónica, recordamos todas sus historias de 22 años vividos al máximo y con pasión. Recuerdo el día que me dijo que se quería casar, solo tenía 19 años de edad y le respondí, muy sorprendida, Mami, para que te quieres casar tan joven, si tienes toda una vida entera por delante para casarte.  Ella me contesta muy feliz, mamá, es que mi príncipe azul llegó un poco temprano, me siento enamorada y me quiero casar.  Mi hija siempre fue perseverante, disciplinada, responsable, apasionada con todo lo que se proponía. 
 
  •  Caminó a los 9 meses
  •  Aprendió a montar bicicleta sin llantitas a los 3 años.  
  •  A los 4 años inició su carrera deportiva con la Natación. Estuvo por muchos años en el club de natación de su escuela. Participó en eventos nacionales y representó a Panamá en competencias internacionales.  
  •  A los 8 años incursionó en Triatlón participando activamente en competencias nacionales y también representó a Panamá muchas veces en competencias internacionales.  
  •  A los 17 años nació su pasión por el ciclismo. Fue una destacada ciclista, participó en competencias nacionales y  representó a Panamá en competencias internacionales.
  •  Cumplió su sueño de casarse a los 19 años por lo civil. En un año organizó su boda y a los 20 años se casó por la iglesia.
     
Su boda fue hermosa tal como ella la había soñado y unos meses después,  me llenó de orgullo cuando se graduó de la universidad. Trabajó en la empresa con su esposo y también fue presentadora de televisión.
 
Mónica, fue una atleta destacada que con honor y orgullo dejó muy en alto el nombre de Panamá.  A través de su vida, siempre andaba a mil, quería hacer de todo, no tenía tiempo para perder, el tiempo para ella era muy valioso. Ahora comprendo cuál era su afán de cumplir sus metas y sus sueños. ¿Será que ella llegó a sentir el poco tiempo que tenía para cumplir con todo y seguir adelante con su propósito de vida antes de ser llamada a la gloria de Dios? Solo Dios sabe y su voluntad ya fue aceptada.
 
Que Dios los bendiga a todos y GRACIAS de corazón nuevamente por leer mi blog.  ¡Nos vemos el 20 de mayo!
 
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